No sé qué decir. Me pasa muchas veces cuando me planto frente a la pantalla en blanco. Hay momentos en los que dentro de mi cabeza visualizo lo que voy a escribir y me parece brillante. Me percibo hasta inteligente. Luego empiezo a escribir y me descubro simple. Durante la lectura de Streltsov: un futbolista en el gulag, iba dando vueltas a lo que pensaba que iba a contar en este artículo. Y ahora estoy aquí, sin saber muy bien cómo arrancar. Lo que sí puedo decir, es que nunca escribo sobre un libro que no me gusta. Por lo tanto, que esto se publique ya significa algo.
Lo que pasa es que nada es lo que esperaba. Desconocía totalmente quién era este tal Eduard Streltsov y el título me hizo divagar sobre lo que me iba a encontrar. Visualizaba a un disidente político en la Unión Soviética. Alguien desengañado por un sistema comunista que devoró el propio mensaje de la ideología. Fantaseaba con un delantero que tras convertir un hat-trick ante Suecia, ayudaba a enviar mensajes secretos a organizaciones clandestinas, jugándose la vida y su prometedora carrera deportiva por la libertad. Sin embargo, la historia del Pelé soviético resulta ser otra. El título me engaño.
Que injusto es lo último que he dicho. Me engañé yo mismo y ya está. El periodista Jonathan Wilson no tiene la culpa, ni tiene por qué conocer las expectativas que cada uno de nosotros manejamos. Lo que realmente es su novela es una crónica, no sólo de la carrera de Streltsov, si no del devenir de un club como el Torpedo de Moscú durante la vida deportiva del protagonista. Y como tal, se convierte en un libro hecho para futboleros. Que nadie piense que puede ser un Futbolistas de izquierdas, de Quique Peinado, que puede interesar a alguien totalmente ajena a nuestra adicción futbolera. Se habla mucho de resultados, de jugadas, de la evolución de la táctica.
Pero lo más importante del libro es que Wilson nos hace pensar. No voy a entrar en detalles y destripar nada de la trama, pero sí que quiero comentar la importante reflexión que subyace en la novela. Tiene que ver con la manera tóxica con la que nos relacionamos con nuestros ídolos. Con lo fácil que dejamos a un lado sus errores, o como en este caso, un detestable delito, con tal de volver a sentir aquello que un futbolista nos hizo sentir a través de su juego. Anteponemos el levantarnos del asiento del estadio por la emoción ante algo grande, antes que pararnos a reflexionar sobre el daño que alguien puede causar. Y es algo interesante sobre lo que reflexionar, porque hoy en día siguen cometiéndose actos tan lamentables como el suyo, y preferimos mirar para otro lado e incluso llevarnos las manos a la cabeza cuando alguien los señala. Parece que nuestros ídolos sean intocables.
Y en este sentido, si algo me gusta del libro es que Jonathan Wilson no caen el el efecto Tony Soprano. Es decir, en intentar hacer que el lector empatice con el protagonista, a pesar de que de sus luces y sombras, sea la oscuridad lo que predomina. Para eso, el autor ha tirado en un recurso ideal para contar la historia del futbolista. Crea un personaje ficticio, una especie de utillero del Torpedo de Moscú, que es quien va narrando todo lo que acontece. Y con él sí que busca la empatía. Porque el narrador somos nosotros. Y cuando digo nosotros, me refiero al aficionado, al enamorado de sus jugadores, de esas apariciones en un terreno de juego que nos emocionan. Y ahí es donde nos vemos reflejados. En la manera de vivir las hazañas de tu equipo, en cómo juzgamos a los demás, en cómo creemos que los futbolistas deben ser dentro y fuera del campo. Y nos vemos también reflejados en esa diatriba de si hay que separar el autor de la obra. Si es lícito o no ver El Pianista o si deberíamos pensarnos dos veces si escuchar o no Thriller en las plataformas de música.
Aún con todo lo dicho, la sentencia que a Streltsov le llevó al gulag y que acabó con el desarrollo de su carrera, el propio Jonathan Wilson habla de que quizá un tribunal nunca le habría condenado. Porque aunque con lo leído podamos pensar que sí que cometió el crimen, se entrevé que hay muchas lagunas en torno a aquella noche. El propio autor así con cuenta en una entrevista al periodista Axel Torres para el canal de Youtube de la revista Panenka que os dejo por aquí.
Y por tratar de dejar una nota menos trascendental al final de la crítica. ¿Creéis que Yōichi Takahashi se inspiró en el Torpedo de Moscú para idear el escudo del Tohu en Oliver y Benji?
![]() | Título: Streltsov: un futbolista en el gulag |
Autor: Jonathan Wilson | |
Editorial: Panenka | |
Páginas: 240 |
