
Pocas cosas me llevo de este primer Mundial de Clubes. No me voy a venir arriba porque alguna cosa sí he visto, como la final y algún partido del Real Madrid, pero poco más. Al torneo lo vi con recelo desde el principio y como nunca entendí el por qué del invento, no he sido capaz de engancharme. No me ha afectado a la agenda, ni ha generado problemas en mis relaciones sociales como sí lo suelen hacer el Mundial de selecciones o la Eurocopa.
No voy a poner la excusa que he oído por ahí de los horarios o incluso del tono que tenían las retransmisiones. Y digo a tono en cuanto a colores, luminosidad, etcétera (si es que la palabra tono es apropiada aquí). Y no lo uso como justificación porque soy un hijo del Mundial de Estados Unidos de 1994. Por lo tanto, esos colores, esa luz del sol y esos horarios son más bien un chute de nostalgia.
Pero de todo se saca algo. Yo me quedo con algo que se comentó en la retransmisión de la final entre el Chelsea y el Paris Saint Germain. De la retransmisión buena, claro está (la de DAZN). Ante el despliegue de Moisés Caicedo, Nacho González, Alberto Edjogo y Miguel Ángel Román, alabaron al centrocampista ecuatoriano por aquello de hacer de todo sobre el terreno de juego. Caicedo se encarga de la demolición, del diseño de los planos y de la reconstrucción del edificio. Me hizo gracia cuando dijeron aquello de que un conocido encuentra trabajo y alguien pregunta por el nuevo puesto. La conversación sería algo así:
- ¿De qué ha encontrado?
- De lo suyo.
- ¿Y qué es lo suyo?
- Pues un poco de todo.
Así se define el rol de Caicedo sobre el césped. Y me gusta el ejemplo porque a partir de ahora me lo voy a apropiar. Cada vez que alguien me pregunte de qué trabajo, diré que de Moisés Caicedo. Me solucionará muchas conversaciones incómodas en las qué no sé muy bien como explicar lo que hago, como me sucedió recientemente con el tío de mi socia. Porque obviamente, esta web no es mi fuente de alimento y sustento, ni escribir tampoco. Me será más sencillo que una expresión que me han repetido ochenta veces en unas clases de inglés y que siempre se me olvida. Como presto más interés al fútbol que al endemoniado inglés, soltaré al próximo profesor un “I’m Moisés Caicedo”.
Pero ojo con ser el que hace un poco de todo que es un arma de doble filo. Lo digo por experiencia. Ser el chaval que hace esto y lo otro, pero no tiene un puesto definido te puede lastrar. Sobre todo de cara a cambiar de empresa, porque en el momento que te plantas ante el buscador de Linkedin, no sabes qué poner porque ni eres un centrocampista box to box, ni un cinco clásico, ni un elegante regista. Tu talento para hacer de todo te condena a no evolucionar laboralmente y a cruzar los dedos de que las cosas estén bien en tu empresa para poder agarrarte a tu silla hasta el día de tu jubilación.
Es presuntuoso compararme con Moisés Caicedo. También es una situación disímil, porque este futbolista tiene una ventaja: hace de todo, pero bien. Ese no es mi caso. Yo estoy más en el punto ese del que mucho abarca, poco aprieta.
Del Mundial de Clubes hay más cosas chulas. Lo mejor sin duda, el sistema de aire acondicionado que tenían montado en los banquillos. Sobre todo cuando la realización mostraba un plano un poco cerrado de los suplentes y daba la impresión de que estaban haciendo un submarino con marihuana de esa que se puede comprar en California, siempre que seas más mayor que Dean Huijsen. Caicedo no debe saber ni que hay aire acondicionado en los banquillos. Sabría de ello si se estropeara, porque probablemente alguien le buscaría para arreglarlo por lo de que hace de todo, pero bien. Yo tengo una ventaja: a mi no me llama nadie para estas cosas porque hago de todo y a la vez nada. A veces viene bien ser un Moisés Caicedo, pero mal.
